En los curriculum que Gonzalo Cañas enviaba a entidades oficiales y productores hacía constar que el comienzo de su actividad profesional tuvo lugar en 1961, en el Teatro María Guerrero de Madrid. Era cierto en parte, solo en parte. Había trabajado como meritorio y también cobrando en otras obras anteriores, dirigido por notables hombres de teatro.

En realidad su pasión por el teatro comienza ya en abril de 1950 en el Instituto de Enseñanza Media Alfonso VIII de Cuenca donde interviene en el Paso pastoril de Lope de Rueda Prendas de amor, bajo la dirección del profesor Enrique Fernández-Cuervo. El curso siguiente participa con el papel de Biondello en la obra La fierecilla domada de Shakespeare.

Unos años después su inquietud intelectual le hace participar en la creación de un grupo juvenil que toma el nombre de “El Toro de Barro”, que luego se convertiría en una pequeña pero prestigiosa editorial que llevarían adelante el escritor y periodista Raúl Torres y el poeta postista y sacerdote Carlos de la Rica.

Teatro de Autómatas - Gonzalo Cañas - Teatro - El perro del hortelano (México)

El perro del hortelano (México, 1963)

La prensa conquense recoge que ese grupo “piensa dedicar sus actividades primeras al fomento y cultivo del buen teatro”. Dentro de sus actividades figura su participación en la crítica teatral en el periódico falangista Ofensiva (el único que existía en Cuenca). Los siete integrantes del grupo analizan las obras teatrales que se podían ver en la ciudad, asumiendo cada uno de ellos los diferentes aspectos de la obra (autor, decorados, figurines, etc), encargándose Cañas de la labor interpretativa de los actores. Gonzalo ya demostraba tener unas ínfulas impresionantes pues al criticar a los actores de Los intereses creados, de Benavente, califica a José Rubio de anodino y a Luis Prendes de altisonante. Claro que solo unos días antes tampoco había dejado muy bien a Adolfo Marsillach en su interpretación del papel de Yago en Otelo. Osado Cañas pues poco después iba a actuar a sus órdenes en Madrid.

En 1958 ya se encuentra estudiando en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y al mismo tiempo buscando pequeños papeles en las obras que se representaban en la capital.

La primera de la que tengo constancia es en la obra de Tennessee Williams, Camino Real, del Teatro Nacional de Cámara bajo la dirección de Modesto Higueras, antiguo integrante de La Barraca lorquiana y luego integrado en las filas falangistas. El estreno tiene lugar el 17 de febrero de 1958 en el Teatro María Guerrero. Higueras se podía permitir el lujo de atreverse con una “obra simbólica e irreal, abstracta por un lado y por otro, de enorme crudeza”, según el crítico de ABC, el también falangista Alfredo Marqueríe que, si bien exaltaba al director y a sus actores, añadía: “Como experimento es de un enorme interés. Como ejemplo escénico, no creemos que deba ser imitado”. Curiosa crítica sólo inteligible en aquellos duros y estrambóticos años del franquismo. Para muchos no era fácil ver compartir escena a Don Quijote y Sancho, a Lord Byron, Margarita Gautier o Casanova. Gonzalo Cañas participó en el amplio elenco de 38 personajes y también cumplió con el papel de bailarín bajo la dirección coreográfica de Héctor Zaraspe.

Teatro de Autómatas - Gonzalo Cañas - Teatro - Dónde vas triste de ti

¿Dónde vas, triste de ti? (1959)

En julio de 1958 participa en una singular aventura del Teatro Popular Español, dirigido por Luis Escobar Kirpatrick, Marqués de las Marismas del Guadalquivir, que muchos recuerdan como el simpático abuelito aristócrata de la película La escopeta nacional (1978) de Berlanga donde se retrataba de forma feroz a la clase política y empresarial del último periodo franquista. Pero el por entonces joven Luis Escobar fue puesto al frente de la sección de Teatro por el Jefe Nacional de Propaganda, Dionisio Ridruejo, en 1937, fundó el Teatro Nacional de la Falange en 1939 y fue nombrado Comisario General de Teatros en 1940, reabriendo el Teatro María Guerrero como Teatro Nacional y dirigiéndolo desde 1940 hasta 1952.

El Teatro Popular Español, dirigido entonces por Anastasio Alemán y José Antonio Valdés, plantó una gran carpa en el barrio de Cuatro Caminos de Madrid y allí se montó La vida es sueño, de Calderón, con la participación de Ricardo Acero en el papel de Segismundo, Blanca de Silos, su idolatrada reina de autosacramentales, en el de Rosaura, y el mismo Luis Escobar en el de Rey Basilio. Los figurínes fueron obra de Víctor María Cortezo. Gonzalo Cañas tenía un papel en el coro de Nobles por el que cobraba 250 pesetas a la semana.

A la prensa no le sentaba muy bien de que se hicieran tan nobles obras en una carpa, por muy bien instalada que estuviera, y para un público no habitual del teatro. En el estreno del 4 de julio se llevó a cabo un homenaje al actor Francisco Rabal que partía hacia México. Lo que no se decía era que iba a trabajar bajo las órdenes del ateo Buñuel en Nazarín.

El trabajo de Gonzalo debía agradar a Modesto Higueras porque vuelve a enrolarle con el Teatro Nacional de Cámara para una nueva y arriesgada obra: La piel de nuestros dientes de Thorton Wilder. Una obra que se estrena para un solo día, el lunes 27 de octubre de 1958. En los papeles protagonistas Javier Loyola y Ana Mariscal.

En diciembre de 1958 es la compañía de Adolfo Marsillach y Amparo Soler Leal la que le contrata para otro papel secundario en Bobosse, donde también participan Mariano Ozores y Amparo Baró. Se estrena en el Teatro de la Comedia y aunque la obra del francés André Roussin también tenía complicaciones, esta vez Alfredo Marqueríe la defiende sin contemplaciones: “Roussin no es un prestidigitador que hace trampas en su comedia. Es un malabarista que lanza sus mazas con habilidad y destreza”. Y se explaya en alabar al actor y director: “A la mitad del tercer acto, y en una escena que Adolfo Marsillach interpretó magistralmente, el actor fue interrumpido con una de las más grandes ovaciones que hemos escuchado en el teatro.” Puedo garantizar que Marqueríe vio todo el teatro español en su larga carrera de crítico (1940-1970) en Informaciones, ABC, Pueblo y Hoja del Lunes.

En septiembre de 1959 participa Gonzalo en una de las grandes superproducciones teatrales de Madrid: ¿Dónde vas triste de ti?, de Juan Ignacio Luca de Tena, escritor y director, a la muerte de su padre, del monárquico ABC. Tras el gran éxito de su obra ¿Dónde vas Alfonso XII?, estrenada en 1957, el empresario Conrado Blanco le pide una continuación. “Conrado Blanco no ha regateado nada en la presentación de la obra con una suntuosidad pocas veces vista en el teatro”. Participaron sesenta actores, interpretando los papeles principales José Maria Rodero, Carmen Bernardos, Francisco Pierrá, Ricardo Canales y Amparo Martí bajo las órdenes de José Luis Alonso. La obra tuvo el éxito esperado. Se alcanzaron más de 200 representaciones en el Teatro Goya de Madrid y luego emprendió viaje a Barcelona. Los escritores César González Ruano y Azorín publicaron en la prestigiosa página 3 del ABC sendas glosas de la obra. En diciembre salió a la luz un espléndido libro con abundantes fotografías de la obra y sobre esas fechas comenzó el rodaje de una película en la que Vicente Parra y María Fernanda Ladrón de Guevara interpretaban los papeles de los reyes Alfonso XII y María Cristina.

En abril de 1961 tiene lugar una actuación de Gonzalo que considero muy importante aunque él hablara muy pocas veces de ella. La razón principal es que lo hizo con el Teatro Popular Universitario del Círculo Marzo de las Falanges Juveniles de Madrid. La obra era El lindo don Diego, de Agustín Moreto, donde Gonzalo hacía el papel protagonista, contando también con la presencia de Elisa González, Ana María Vidal y Jaime Blanch, entre otros. Se trataba de la fase regional del concurso de Teatro Nacional organizado por el SEU, el sindicato oficial de estudiantes. Los ensayos duraron casi dos meses y tanto Gonzalo, interpretando a don Diego, como Ana María Vidal, que cubrió el papel de la criada Beatriz, recibieron las Menciones Honoríficas destinadas al mejor actor y mejor actriz. El papel de Gonzalo fue muy destacado tanto por la prensa salmantina como por sus propios compañeros. “Gonzalo Cañas dio un don Diego preciso, adornándole de la vanidad, ligereza y fatuidad que le dotó el autor, diciendo su papel con la jugosidad que requería en un alarde de facultades”. “Gonzalo Cañas en el papel de don Diego, impuso su personaje con vida y gran paralelismo entre la figura y la sicología del tipo de elegante burlador, que ha de sostener en toda la obra con majeza, para que los demás tipos se reflejen a través de su erguida planta de cínico sentimental”. Sus compañeros de reparto le desearon suerte en su próxima representación en el María Guerrero, todos ellos aventuraban que Gonzalo iba a ir muy lejos.

Efectivamente, el 5 de mayo de 1961 se estrena en el María Guerrero, bajo la dirección, otra vez de José Luis Alonso y con decorados del maestro Sigfrido Burmann, Cerca de las estrellas, de un jovencísimo Ricardo López de Aranda, que había ganado con ella el Premio Calderón de la Barca de 1960. Dentro de los 29 actores del reparto, Gonzalo interpreta el papel de Paco que, como ya he dicho, considera su debut profesional. Alfredo Marqueríe ya lo menciona en su crítica en la que dice que esta obra emparenta con La losa de los sueños de Benavente o la Historia de una escalera de Buero Vallejo. La obra se mantuvo un mes en cartel y entre los papeles protagonistas estaban Milagros Leal, José Bódalo, y Antonio Ferrandis. Entre los bisoños, además de Gonzalo, encontramos a Enriqueta Carballeira y Manuel Galiana, jóvenes actores con los que Gonzalo va a coincidir en varias películas. El éxito fue importante y llevaría a la realización de una película en la que también participa Gonzalo, según veremos más adelante.

La Loca de Chaillot es una obra que Jean Giraudoux no llegó a ver puesta en escena. Se estrenó en París en 1945, un año después de su muerte y la dirección corrió a cargo de nada más y nada menos que de Louis Jouvet.

José Luis Alonso la presentó, en versión de Agustín Gómez Arcos, en el Teatro María Guerrero de Madrid el 12 de enero de 1962. Vuelve a contar con Gonzalo en el papel de Sordomudo. Decorado y figurines a cargo de Víctor Cortezo. Un excepcional cuadro de actores donde destacan Amelia de la Torre (a la que se concedió por ese papel el Premio Nacional de Teatro), José Bódalo, Antonio Ferrandis, Olga Peiró, Alfredo Landa, Agustín González y un largo etcétera hasta cuarenta personajes.

Otra vez bajo la batuta de José Luis Alonso, se estrena en marzo de 1962 La bella malmaridada, de Lope de Vega, en conmemoración del cuarto centenario de su nacimiento. La adaptación es de Juan Germán Schroeder, los decorados y figurines de Vicente Viudes y la dirección musical de Alberto Blancafort.

Teatro de Autómatas - Gonzalo Cañas - Teatro - La loca de Chaillot

La loca de Chaillot (1962)

Antes de la obra se representaba una loa de Quiñones de Benavente y al final, tal como en el Siglo de Oro, se acababa con una zarabanda a cargo del ballet de Mariemma. El equipo de actores que actuaba en el María Guerrero se trasladó en abril al Festival del Teatro de las Naciones de París donde actuó durante tres jornadas.

En 1963 acude, organizado por el SEU (Sindicato Estudiantes Universitarios), a un Encuentro de Juventudes Europeas, en el curso del cual Gonzalo interviene como protagonista en una obra de Calderón. En noviembre de 1963, durante la celebración en México de una importante Feria de Productor Españoles, se realizaron varias actividades culturales dedicadas al cine, la danza y el teatro español. El director andaluz Jesús González Robles presenta una versión de El perro del hortelano, de Lope de Vega, con unos sencillos y arriesgados decorados y figurines del pintor catalán Modest Cuixart. Gonzalo obtiene, por vez primera, un papel protagonista, el de Teodoro, junto a María Dolores Pradera como Diana, Mayrata O’Wisiedo como Marcela y Anastasio Alemán en Tristán. “Magnífico galán se nos reveló Gonzalo Cañas en el Teodoro. Su voz, su temperamento, su arrogancia física lo tendrán –lo tienen− situado en uno de los mejores escalones del teatro español”, escribe Armando María y Campos, escritor y periodista mexicano, uno de los más importantes historiadores y críticos del teatro de ese país, que fue jefe del Departamento de Teatro de la Secretaría de Educación Pública en los tiempos más brillantes del Teatro Guiñol de Bellas Artes que comandaban los Cueto, Roberto Lago y Graciela Amador y autor de un interesante prólogo al libro Teatro Mexicano de Muñecos.

Gonzalo Cañas se encuentra quizá en uno de sus mejores momentos artísticos. A los cinco años de su llegada a Madrid se desenvuelve como pez en el agua tanto en el teatro, como con los títeres, como en las primeras películas que comienza a interpretar.

Teatro de Autómatas - Gonzalo Cañas - Teatro
Teatro de Autómatas - Gonzalo Cañas - Teatro
Teatro de Autómatas - Gonzalo Cañas - Teatro

Por todo ello, Adolfo Marsillach lo vuelve a llamar para una de las comedias más rocambolescas, y mira que ha habido unas cuantas, del teatro madrileño. El periodista Emilio Romero, que en 1945 había sido encargado de la Jefatura de Orientación Política de la Prensa Española y que en 1952 había asumido la dirección del periódico Pueblo, tenía además de un acerado estilo periodístico sobradas ínfulas de escritor (había ganado en 1957 el Premio Planeta con La paz empieza nunca) y de dramaturgo. En esta faceta presenta en el Teatro Recoletos de Madrid el 12 de enero de 1964, Las personas decentes me asustan. Con un elenco en el que figuran María Asquerino, José Luis Pellicena, la neumática Belinda Corel y el estrambótico hermano de Fabiola, la Reina de Bélgica, don Jaime de Mora y Aragón. El tirón de público de esa “oveja negra” de la aristocracia española en su primera intervención teatral es inmediato pese a la dura y contenida crítica que le hace Enrique Llovet desde las páginas de ABC: “¿Qué leyes oscuras y misteriosas rigen esa fórmula de relato que se pone de pie en un escenario y nos convence o no nos convence? Don Emilio Romero no lo sabe aún. Pero lo sabrá, si se empeña en estudiarlo, para aprenderlo, pues talento le sobra para ello.”

A finales de ese año de 1964, Gonzalo se pone a las órdenes de José María Morera, para una comedia de corte ligero, con muertos que aparecen y desaparecen, entierros clandestinos, embrollos con pretensiones de enigma en la búsqueda del asesino. Una obra de corte americano escrita por dos valencianos que se llaman a sí mismos Keith Luger y Gil Albors y que no tiene mayor interés que la presencia en los principales papeles de María Asquerino y, sobre todo, de Juanjo Menéndez. Gonzalo Cañas es destacado entre los intérpretes en la crítica que hace Hoja del Lunes que tampoco tiene piedad con la obra: “una cosa descompuesta, un batiburrillo de mil diablos”.

En 1965 Gonzalo va a ser reclamado en Málaga por un personaje muy singular: Ángeles Rubio Argüelles, condesa de Berlanga de Duero, título que había heredado del que fue su marido, el escritor y cineasta Edgar Neville. Había fundado en 1962 el Teatro y la Escuela de Teatro A.R.A. (siglas que corresponden a su nombre y apellidos). Por sus aulas han pasado nombres de la escena como Fiorella Faltoyano, Raúl Sender, Marta Puig, Antonio Banderas o María Barranco. La condesa buscaba en Madrid actores y actrices que tuvieran ya un cierto recorrido. Así capta a Gonzalo y lo lleva a su compañía para que haga papeles de galán joven y se encargue de la sección infantil de la Escuela, quizá por su labor ya relativamente larga con los títeres. También había captado a Marta Puig, una joven del Orfeón Popular Olotense que había actuado en las sesiones estivales que organizaba en Málaga. Intervendrán en varias de las obras que se montaron en ese año de 1965, entre las que tengo referencias de Elena Ossorio (fue actriz y mujer de Lope de Vega), del ya mencionado Luis Escobar. Marta Puig y Gonzalo se enamoran, algo que no está permitido en aquel lugar. La condesa ordena la marcha de Gonzalo a Madrid, camino que también seguirá Marta Puig poco después. Se casarán en 1967 y se separarán en 1970 emprendiendo un difícil proceso pues el divorcio no existía por aquellos tiempos. Marta Puig, casada luego con el actor Jaime Blanch, seguirá una brillante carrera como actriz de teatro y televisión.

En octubre de 1966 actúa en el Teatro Español de Madrid dentro del amplio elenco de la versión de la Numancia de Cervantes (en homenaje a los 350 años de su muerte), esta vez bajo la dirección de Miguel Narros. La representación fue polémica: “discutible versión” según Lorenzo López Sancho, “valiente versión” según Enrique Llovet al analizar el año teatral. Alfonso Sastre la defendió denodadamente en la página 3 del ABC.

En junio de 1967 entra en el reparto de Las de Caín, una de las obras más destacables de los hermanos Álvarez Quintero, en el Teatro Maravillas de Madrid. Parte de la crítica destaca el papel de Cañas.

En mayo de 1968 coinciden Marta Puig y Gonzalo Cañas en el reparto de una de las obras de más largo recorrido en la escena española: Flor de cactus. En realidad la obra de los franceses Barillet y Gredy, se había estrenado en el Teatro Lara del empresario Conrado Blanco en septiembre de 1966, por lo que en la fecha mencionada llevaba ya 740 representaciones. Su director y primer actor, Alberto Closas, cambió el elenco y cedió la batuta a la pareja de Isabel Pradas y Pedro Hurtado. Marta Puig se encargó del papel que hacía María José Goyanes. Esta nueva versión se reestrena en Lara y enseguida hace provincias por toda España con buen éxito (más de 150 días de actuaciones), pese a que al crítico de ABC le gustaba más la versión anterior.

Teatro de Autómatas - Gonzalo Cañas - Teatro - Manos (Teatro Valle Inclán)

Manos (Teatro Valle Inclán, 1978)

En abril de 1969 se estrena El amor de los cuatro coronoles, de Peter Ustinov en versión de Alejandro Casona, obra también centenaria en representaciones y que emprenderá luego el camino de las provincias, momento en que se produce un cambio de equipo actoral, aunque permanecerá Emilio Gutérrez Caba junto a María Luisa Merlo que sustituye a María José Goyanes. Es entonces cuando entra Gonzalo Cañas en el papel de uno de los cuatro coroneles rusos. Esta gira resultará dramática pues el 14 de septiembre fallece, después de terminar su actuación en Vitoria, el actor Pedro Porcel que cubría junto a Gonzalo el papel de otro de los coroneles.

En 1971 Gonzalo actúa durante un periodo de tiempo en otra de las obras de mayor éxito de taquilla: Juegos de sociedad, cuyo autor y director es Juan José Alonso Millán y que se estrenó en septiembre de 1970. Estará 13 meses en el Teatro Goya y luego en provincias. Sus actores principales fueron Jesús Puente, Licia Calderón, Verónica Luján y Amparo Soto. La misma publicidad de la empresa la definió como frívola y descarada. Desconozco las fechas exactas de la interpretación de Gonzalo.

En 1972 Gonzalo da un paso adelante y funda la compañía Lope de Rueda. Su talante incorregible de empresario le hace urdir una feliz aventura. Por aquellos tiempos era muy conocido en España el Concurso de Cuentos Hucha de Oro que promovía la Confederación Nacional de Cajas de Ahorro. Muchos de los escritores españoles presentaron allí sus relatos cortos y se dieron a conocer.

Gonzalo ideó que se adaptaran al teatro los premios nacionales del año anterior y que fueran representados por buena parte de España, aprovechando los salones de actos de las Cajas. Fue una aventura que repitió con éxito la siguiente temporada de 1973.

Pero sus actividades en cine, TV y las marionetas ocupaban ya casi todo su tiempo. No poseo datos fehacientes de otras actuaciones de teatro que no tuvieran que ver con las marionetas o la TV, hasta 1988 en que él mismo produce y dirige para el muy prestigioso 8ª Festival de Teatro de Madrid una obra de Ionesco: Rinoceronte. Espoleado por el relativo éxito de La Pájara Pinta de Alberti, estrenada un año antes, y de la que hablaremos en el apartado de títeres, concibió este espectáculo (que Gonzalo decía que tenía que ver con los títeres pero que me he decidido poner en esta sección de teatro), que no acabó de gustar a la mayoría de la crítica. Haro Tecglen en El País se mostró prudente acusando al director de enredar el mensaje al presentar a la comunidad de vecinos, que en la obra de Ionesco se van transformando en rinocerontes por ser demasiado vulgares y mediocres, en un ambiente enloquecido, circense y futurista, “también conturba la interpretación de los actores al llevarles a la comicidad no de lo que dicen, sino de cómo lo dicen”. Quizá fue demasiado duro Lorenzo López Sancho: “Es de máxima urgencia decir que Gonzalo Cañas no ha entendido nada y que su montaje de la pieza no es absurdo, sino disparatado”. Desde luego no debe tener mucha razón al atacar la versión de Trino Trives, español residente en París que conocía perfectamente la obra de Ionesco al que había tratado como amigo. Quizá da en el clavo al afirmar que “manejados como fantoches los personajes carecen de validez”. Es posible que Gonzalo llevara ya mucho tiempo entre fantoches y fallara al dirigir a actores como Manuel Gallardo y Francisco Vidal. Ambos críticos coincidieron en que la representación española en ese Festival había resultado muy mediocre ante los italianos que representaron La serva padrona dirigidos por Luca Ronconi o los rusos de Taganka que representaron La madre de Gorki dirigidos por Liubimov. La obra siguió, acabado el Festival, durante unos días y luego se diluyó sin más.

He querido hacer especialmente largo este apartado dedicado al teatro por dejar claro, piedra sobre piedra, que Gonzalo Cañas tenía una formidable formación y vivencia del teatro. Era excepcional en aquellos tiempos que un titiritero hubiera pasado antes por una sólida Escuela Teatral. Algunos habían realizado incursiones como aficionados o como comparsas, pero nadie había estado en el epicentro del teatro español. Gonzalo Cañas fue dirigido por los mejores directores españoles (Modesto Higueras, Luis Escobar, José Luis Alonso, Adolfo Marsillach, Miguel Narros) y compartió escena con los más brillantes actores y actrices españoles de la segunda parte del siglo XX (José María Rodero, Carmen Bernardos, Amelia de la Torre, José Bódalo, Ana Mariscal, María Asquerino, Emilio Gutiérrez Caba y un larguísimo etcétera). Había actuado con los mejores escenógrafos (Vitín Cortezo, Sigfrido Burmann, Vicente Viudes, Santiago Ontañón) y con los más perspicaces directores musicales. En resumen, fue un titiritero implantado en corazón mismo del teatro. Y lo fue porque desde el mismo año 1958 en que llegó a Madrid comenzó a jugar con los títeres. Y luego, con lo aprendido y lo vivido, su juego fue a más.

Adolfo Ayuso