Por todo ello, Adolfo Marsillach lo vuelve a llamar para una de las comedias más rocambolescas, y mira que ha habido unas cuantas, del teatro madrileño. El periodista Emilio Romero, que en 1945 había sido encargado de la Jefatura de Orientación Política de la Prensa Española y que en 1952 había asumido la dirección del periódico Pueblo, tenía además de un acerado estilo periodístico sobradas ínfulas de escritor (había ganado en 1957 el Premio Planeta con La paz empieza nunca) y de dramaturgo. En esta faceta presenta en el Teatro Recoletos de Madrid el 12 de enero de 1964, Las personas decentes me asustan. Con un elenco en el que figuran María Asquerino, José Luis Pellicena, la neumática Belinda Corel y el estrambótico hermano de Fabiola, la Reina de Bélgica, don Jaime de Mora y Aragón. El tirón de público de esa “oveja negra” de la aristocracia española en su primera intervención teatral es inmediato pese a la dura y contenida crítica que le hace Enrique Llovet desde las páginas de ABC: “¿Qué leyes oscuras y misteriosas rigen esa fórmula de relato que se pone de pie en un escenario y nos convence o no nos convence? Don Emilio Romero no lo sabe aún. Pero lo sabrá, si se empeña en estudiarlo, para aprenderlo, pues talento le sobra para ello.”
A finales de ese año de 1964, Gonzalo se pone a las órdenes de José María Morera, para una comedia de corte ligero, con muertos que aparecen y desaparecen, entierros clandestinos, embrollos con pretensiones de enigma en la búsqueda del asesino. Una obra de corte americano escrita por dos valencianos que se llaman a sí mismos Keith Luger y Gil Albors y que no tiene mayor interés que la presencia en los principales papeles de María Asquerino y, sobre todo, de Juanjo Menéndez. Gonzalo Cañas es destacado entre los intérpretes en la crítica que hace Hoja del Lunes que tampoco tiene piedad con la obra: “una cosa descompuesta, un batiburrillo de mil diablos”.
En 1965 Gonzalo va a ser reclamado en Málaga por un personaje muy singular: Ángeles Rubio Argüelles, condesa de Berlanga de Duero, título que había heredado del que fue su marido, el escritor y cineasta Edgar Neville. Había fundado en 1962 el Teatro y la Escuela de Teatro A.R.A. (siglas que corresponden a su nombre y apellidos). Por sus aulas han pasado nombres de la escena como Fiorella Faltoyano, Raúl Sender, Marta Puig, Antonio Banderas o María Barranco. La condesa buscaba en Madrid actores y actrices que tuvieran ya un cierto recorrido. Así capta a Gonzalo y lo lleva a su compañía para que haga papeles de galán joven y se encargue de la sección infantil de la Escuela, quizá por su labor ya relativamente larga con los títeres. También había captado a Marta Puig, una joven del Orfeón Popular Olotense que había actuado en las sesiones estivales que organizaba en Málaga. Intervendrán en varias de las obras que se montaron en ese año de 1965, entre las que tengo referencias de Elena Ossorio (fue actriz y mujer de Lope de Vega), del ya mencionado Luis Escobar. Marta Puig y Gonzalo se enamoran, algo que no está permitido en aquel lugar. La condesa ordena la marcha de Gonzalo a Madrid, camino que también seguirá Marta Puig poco después. Se casarán en 1967 y se separarán en 1970 emprendiendo un difícil proceso pues el divorcio no existía por aquellos tiempos. Marta Puig, casada luego con el actor Jaime Blanch, seguirá una brillante carrera como actriz de teatro y televisión.
En octubre de 1966 actúa en el Teatro Español de Madrid dentro del amplio elenco de la versión de la Numancia de Cervantes (en homenaje a los 350 años de su muerte), esta vez bajo la dirección de Miguel Narros. La representación fue polémica: “discutible versión” según Lorenzo López Sancho, “valiente versión” según Enrique Llovet al analizar el año teatral. Alfonso Sastre la defendió denodadamente en la página 3 del ABC.
En junio de 1967 entra en el reparto de Las de Caín, una de las obras más destacables de los hermanos Álvarez Quintero, en el Teatro Maravillas de Madrid. Parte de la crítica destaca el papel de Cañas.
En mayo de 1968 coinciden Marta Puig y Gonzalo Cañas en el reparto de una de las obras de más largo recorrido en la escena española: Flor de cactus. En realidad la obra de los franceses Barillet y Gredy, se había estrenado en el Teatro Lara del empresario Conrado Blanco en septiembre de 1966, por lo que en la fecha mencionada llevaba ya 740 representaciones. Su director y primer actor, Alberto Closas, cambió el elenco y cedió la batuta a la pareja de Isabel Pradas y Pedro Hurtado. Marta Puig se encargó del papel que hacía María José Goyanes. Esta nueva versión se reestrena en Lara y enseguida hace provincias por toda España con buen éxito (más de 150 días de actuaciones), pese a que al crítico de ABC le gustaba más la versión anterior.